sábado, 6 de marzo de 2010

CUENTOS NO TAN CUENTOS, RELATOS CIUDADANOS: ¿QUIÉN NOS CUIDA LA SALUD?

Mañanita del día 17 de febrero.Había terminado de desayunar y mentalmente preparaba el día laboral, que por cierto venía denso. Al mismo tiempo preparaba el desayuno para el resto de la familia. Al abrir la heladera, descubrí con horror que nada quedaba ( tener hijos adolescentes, es tener la heladera vacia todos los días) por lo tanto había que ir al supermercado antes de empezar con el día laboral.
El fantasma aterrante denominado “no tener tiempo”, nos lleva a pergeniar como equilibristas como dosificar “el tiempo” para poder cumplir con todo. En ese dilema me encontraba dilucidando. La opción más rápida era acudir a un supermercado que queda a dos cuadras de mi casa, atendido por sus dueños, que son personas de origen asiatico,desconociendo su procedencia, mal denominados”chinos”. En ese lugar nace esta historia.
Lista en mano, comienzo a incorporar alimentos al changuito hasta llegar a las heladeras de los lacteos y productos que tienen que conservar cadena de frio. Inmediatamente jalo un paquete de manteca y observo con horror que se desintegra en mi mano. Las restantes mantecas, independientemente de gramaje y marcas, estaban igual. Toco la temperatura de los restantes alimentos dentro de las heladeras y no estaban frios, sumado a que los yogures tenían vencimiento inmediato y algunos vencidos. Esto era horrorozo!!!. Consulto con el encargado de fiambreria, de origen asiático pero que comprendía el idioma castellano muy bien, sobre la razón de la situación y porque no se informaba de esto a los clientes y sin el más mínimo problema me contesto que la luz se había cortado y allí se terminó el diálogo.
Poco a poco un escalofrio recorrió mi cuerpo, pero que inmediatamente se revertió por el calor que provoca la indignación.
Acudí al frente del negocio, área de cajas, y solicite hablar con el dueño con los productos en la mano, la manteca derretida y el yogur vencido. A viva voz y para conocimiento de los presentes, interpele al dueño por tal situación, tratando de acudir a su conciencia que estaba poniendo en peligro la vida de las personas. Por toda respuesta obtuve, una risa sarcástica del mismo y ninguna solución y la indiferencia de las personas que estaban comprando. ¿Tán sombies estamos los argentinos, que no somos concientes de cuidar nuestra salud o cual es el motivo de no reaccionar ante tal hecho?
Salí del lugar indignada y sin comprar. Ya a está altura todo el plan laboral ideado quedó hecho trizas. Sin embargo la conciencia ciudadana afloró (vaya!, a la vejez valoro la educación recibida), fuí a hacer la denuncia a la Municipalidad. Lo que tenía que ser simple, expiditivo y de rápida respuesta, se transformaba en un camino burocrático, a pesar que ya les llevaba el trabajo realizado, pues con mi celular tome fotos del lugar, de los productos y de la fecha del hecho. No quedo otra que sacar la credencial, y otra vez comprobé que opera magia, lo que parecía un trámite sin fin, se transformó en el final felíz de los cuentos de hadas; logré que un inspector se apersonara al lugar y pusiera la faja de clausura. Me sentí aliviada. Finalize las compras hogareñas, en diferentes lugares y comence retrasada las actividades laborales, pero felíz, porque aunque costó mi energía de casi todo el día, había obtenido un resultado.
Pero la felicidad dura poco tiempo en este país, al día siguiente pase por el lugar, y lo encontre abierto, igual que el día anterior, como si allí no hubiera pasado nada. Me cruce con el dueño, quien no dijo palabra pero me regalo una sonrisa triunfadora. No más palabras, solo una pregunta ¿quién nos cuida la salud?