domingo, 1 de marzo de 2009

RELATOS DE CASTILLOS Y CUENTOS DE ALCOBA I Chenonceaux.



Difícil describir en palabras la majestuosidad del río Loira y de los castillos ubicados en el valle al que dio nombre. Visitar este mágico valle, Patrimonio Mundial de la UNESCO, es una oportunidad única para convertir un viaje soñado en uno inimaginado.
Más de cien castillos de las épocas medieval y renacentista, construidos a pedido de señores feudales, reyes y nobles, están dispuestos en los alrededores del valle. Posesión de monarcas, nobles y aristócratas hasta el siglo XVII, pasaron a ser casas de reposo de la alta sociedad francesa tras el establecimiento del gobierno en París. Hoy, la mayoría de ellos puede ser visitada.
Una colección de obras maestras arquitectónicas del Renacimiento, el recuerdo de episodios épicos o románticos de la historia de Francia y de los paisajes bucólicos - entre estanques o bosques - hacen el Valle del Loira un destino importante, capital.

Observando que los seis departamentos de la región Centro - Valle del Loira tomaron el nombre de uno o dos ríos afluentes del Loira, se comprende aquí el papel del agua. Indisociable de los castillos de estilo renacentista, el Loira pasa fingiendo indolencia. Amplio y caótico, sembrado de islas arenosas, el río se revela solamente navegable con barcas con fondo plano.
A medida que nos íbamos acercando, los jardines ofrecían una fiesta de color y olores
Laberintos de césped, estatuas, glorietas nos permitían jugar a las escondidas y volver a ser niños.
Y allí se elevaba imponente, entre flores y el río que era su cuna
Este es nuestro viaje por la historia del día de hoy.
Castillo de Chenonceau (en idioma francés, château de Chenonceau), también conocido como el castillo de las mujeres) es un castillo de estilo residencial del siglo XVI situado en la comuna francesa de Chenonceaux, en el departamento de Indre-et-Loire, y que forma parte de la serie de castillos comúnmente conocidos como castillos del Loira.
Por otra parte, se trata del Monumento Histórico en manos privadas más visitado de toda Francia, e incluye varios jardines, un parque y una plantación vitivinícola.
El castillo de Chenonceau, visto desde los jardines de María de Médicis.
El castillo, que sustituyó a otro anterior, no sólo posee importancia en tanto que obra de arte, sino que además ha gozado de una activa presencia en la Historia de Francia.
La primera cita de la existencia del lugar de Chenonceaux corresponde al siglo XI, documentándose en los siglos XIII a XV la presencia de una residencia feudal, cuya propiedad pertenecía a la familia de los Marques. En 1411 una orden real obligó a los Marques a destruir su casa solariega con motivo de su participación en actividades contra el rey. Posteriormente, en 1432, Jean Marques ordenó la construcción de un castillo y un molino fortificado sobre los anteriores cimientos.
El castillo actual fue edificado en el cauce del río Cher, sobre los pilares de un molino fortificado y del anterior castillo fortificado que se había comprado a la familia de los Marques. Este último fue derribado, a excepción de la torre del homenaje del mismo (la Tour des Marques o torre de los Marques, que luego se adaptó al estilo renacentista) y del pozo adyacente. Fue construido por el secretario de la hacienda del rey Francisco I de Francia. El cuerpo residencial cuadrado que constituye el castillo original fue construido entre 1513 y 1521 por Thomas Bohier.[1] Puesto que Thomas estaba ocupado en asuntos bélicos, fue especialmente su esposa, Catherine Briçonnet, quien se encargó de dirigir los trabajos del castillo. Bohier era intendente de impuestos y más tarde fue Intendente General de Finanzas de Carlos VIII, Luis XII, y finalmente de Francisco I y su divisa era: S'il vient à point m'en souviendra.
Tras el fallecimiento de Thomas Bohier, tuvo lugar una auditoría financiera, que puso de relieve la existencia de malversaciones de fondos, lo que permitió que Francisco I impusiese una fuerte multa a sus descendientes, así como que recuperase el dominio feudal y el castillo que se incluía en el mismo (1535). El castillo acabaría siendo regalado por Enrique II a su célebre favorita Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois. Diana de Poitiers encargó a Pacello da Mercoliano que acondicionase en la orilla derecha del río Cher el jardín que todavía hoy lleva su nombre; a la vez que encargaba a su arquitecto habitual, Philibert de l'Orme, la construcción de un puente que uniese el castillo de Bohier con la orilla derecha del río, con la finalidad de establecer allí nuevos jardines. No obstante, este puente ya formaba parte de los planes originales de Thomas Bohier. Diana de Poitiers logró que Francisco I de Francia se instalase en el lugar junto a toda la corte.
El castillo de Chenonceau visto desde los jardines de Diana de Poitiers.
Tras el fallecimiento de Enrique II, que resultó mortalmente herido (de forma accidental) durante un torneo celebrado en 1559 por el capitán de su guardia escocesa Gabriel I de Montgomery, Catalina de Médicis, que pasó a ser la regente del Reino de Francia, obligó a Diana de Poitiers, su rival en el corazón del difunto rey, a que restituyese a la corona el castillo de Chenonceau. A cambio de dicha cesión, entregó a Diana el castillo de Chaumont-sur-Loire, que se encuentra a pocos kilómetros del de Chenonceau.
En tanto que reina madre, tras los sucesivos accesos al trono de sus hijos, Francisco II, Carlos IX y Enrique III, Catalina de Médicis hizo edificar sobre el Puente de Diana la galería que se puede contemplar actualmente, acabando de este modo de conferir al castillo de Chenonceau el estilo que hoy se puede admirar.
Tras recibir el castillo la visita de Luis XIV el 14 de julio de 1650, se bautizó a una de las salas del castillo como Salón de Luis XIV.
La historia del castillo quedó marcada por las mujeres, tanto las que lo construyeron como las que en él residieron o fueron sus propietarias. Entre ellas destaca Luisa de Lorena-Vaudémont, la esposa del rey Enrique III de Francia cuya habitación, en el segundo piso del castillo, sigue manteniendo el duelo por su marido, asesinado en el año 1589. Una habitación está dedicada a las hijas y nueras de Catalina de Médicis, La chambre des cinq Reines (La habitación de las cinco reinas: María Estuardo, Margarita de Valois, Luisa de Lorena-Vaudémont, Isabel de Austria e Isabel de Valois).
Sin embargo, acabados los fastos correspondientes a las fiestas regias del Renacimiento, el castillo retornó a manos privadas, al albur de diversas herencias y compraventas.
Claude Dupin, un potente financiero de la época, adquirió el castillo en 1733 al duque de Borbón. Su segunda esposa, Louise Dupin, tuvo allí su salón de recepciones, en el que recibió por ejemplo a Voltaire, Fontenelle, Marivaux, Montesquieu, Buffon o Rousseau. Es precisamente a Louise Dupin a quien se atribuye la diferencia ortográfica entre el nombre de la localidad (Chenonceaux) y el del castillo (Chenonceau). Proprietaria del castillo en los tiempos de la Revolución francesa y muy apreciada por los habitantes de Chenonceaux, quiso hacer un gesto que diferenciase a la monarquía, de la que el castillo era un símbolo eminente, de la república. Habría así cambiado la ortografía de Chenonceaux suprimiendo la «x» final. Aunque ninguna fuente confirme estos extremos, lo cierto es que la ortografía Chenonceau es hoy en día la aceptada mayoritariamente para designar al castillo.
La construcción siguió en manos de la familia Dupin hasta 1864, cuando fue vendida a Marguerite Pelouze (Marguerite Wilson como nombre de soltera), hermana mayor del político Daniel Wilson. Marguerite adquirió el castillo y 136 hectáreas de terreno por el precio de 850.000 francos franceses, tras lo que emprendió la restauración del castillo, entre los años 1867 y 1878. La restauración se encargó a Félix Roguet, resultando una compleja y cara restauración. Como ejemplo, restituyó a su estado original la fachada de acceso que había sido modificada en tiempos de Catalina de Médicis, parte de las escaleras, chimeneas renacentistas y la puerta de la capilla, dotada de esculturas de muy buena calidad.
Alguno de los frescos interiores de las estancias del castillo son obra de su amante el pintor Charles Toché (Nantes 1851-París 1916), un hombre bello, mal pintor, pero provisto de erudición y buen gusto según Paul Morand, quien le conoció en Venecia en 1909; realizó exposiciones en el Petit Palais de París en 1887, decoró con sus frescos el Teatro de Nantes, al igual que —entre otros edificios parisinos— Le Chabanais, célebre burdel frcuentado por el entonces príncipe de Gales, el futuro Eduardo VII de Inglaterra.
En el verano de 1879 madame Pelouze recibió en su orquesta de cámara a un joven pianista, Claude Debussy, y en 1886 Toché organizó para Jules Grévy, presidente de la República entre 1879 y 1887, «una fiesta nocturna en el río Cher, con la reconstitución del Bucentaure rodeado de góndolas» — una alegoría del Cher en la que figura un gondolero (tapicería de Neuilly, finales del siglo XIX) se exhibe expuesta en el vestíbulo de la segunda planta del castillo.
Daniel Wilson (1840–1919), hermano de Marguerite Pelouze y diputado radical francés por el departamento de Indre-et-Loire en 1869 y 1871, y más tarde diputado por Loches (1876–1889), recibía en el castillo a la oposición republicana local; en octubre de 1881 se produjo en el castillo la recepción correspondiente a su matrimonio con Alice Grévy, hija del presidente Jules Grévy. Daniel Wilson fue el instigador del llamado escándalo de las condecoraciones, que salió a la luz el 7 de octubre de 1887.
En 1888, la propiedad fue embargada a petición de los acreedores de los propietarios, siendo adquirida por el Crédit Foncier de France.
El 5 de abril de 1913, por medio de una subasta judicial fue adjudicada al precio de 1.361.660 francos a Henri Menier (1853–1913), personaje de la alta burguesía industrial y propietario del Chocolate Menier, pero Henri falleció en septiembre, siendo sucedido por su hermano Gaston (1854-1934), quien lo ha transmitido a sus descendientes.
Durante la Primera Guerra Mundial, como sucedió con tantos otros castillos y palacios franceses, Gaston Menier instaló en el castillo de Cenonceau un hospital militar, en el que recibieron cuidados médicos un total de 2.254 soldados heridos en combate.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio se encontraba justo en la misma línea de demarcación, con parte del castillo dentro de la Zona ocupada por los alemanes y otra parte en la llamada Zona libre controlada por el gobierno de la Francia de Vichy. En 1944 une bomba lanzada por un avión cayó en las inmediaciones de la capilla, destruyendo los vitrales originales, que en la posguerra fueron sustituidos por otros obra de Max Ingrand.
El castillo presenta una planta cuadrada, con un vestíbulo central al que se abren cuatro habitaciones, una por cada lado. En la planta baja hay una capilla, junto con la habitación de Diana de Poitiers y el gabinete de trabajo de Catalina de Médicis. Desde el final del vestíbulo se accede a la galería que se encuentra sobre el río Cher. La galería existente en la planta baja cuenta con un enlosado clásico en plan hipodámico, en forma de tablero de ajedrez en colores blanco y negro, siendo la parte del edificio que durante la Primera Guerra Mundial albergó un hospital militar. En la planta baja se encuentran igualmente la habitación de Francisco I y el salón Luis XIV.
Las cocinas se encuentran ubicadas en los pilares del molino anterior a la construcción del castillo. Se encuentran dotadas de un muelle de acceso directo a las mismas, lo que permitía la llegada de las mercancías a ellas destinadas en forma directa, sin tener que atravesar las dependencias nobles del castillo.
Las escaleras, rectas y en dos tramos, resultan accesibles a través de una puerta que se encuentra en medio del vestíbulo. Por medio de las mismas se accede al vestíbulo de Catherine Briçonnet (esposa de Thomas Bohier a cuya fortuna se debe la reconstrucción del palacio), en el primer piso. En dicha planta encontramos de nuevo otras cuatro habitaciones: la habitación de las Cinco Reinas, la habitación de Catalina de Médicis (situada justo encima de su gabinete decorado en verde), la habitación de César de Vendôme y la habitación de Gabrielle d'Estrées, la favorita de Enrique IV de Francia.
En el segundo piso del edificio, la habitación de Luisa de Lorena-Vaudémont sigue presentando el aspecto de luto por el fallecimiento de la esposa de Enrique III, destacando los colores negros dominantes del artesonado, las pinturas macabras que adornan las paredes, el reclinatorio encarado hacia la ventana y la diversa decoración de tipo religioso evocadora del duelo por Luisa de Lorena-Vaudémont.
El castillo de Chenonceau cuenta con dos jardines principales: el jardín de Diana de Poitiers y el jardín de Catalina de Médicis, situado cada uno de ellos a un lado de la Tour des Marques, único vestigio de la primitiva fortaleza desaparecida con la construcción del castillo actual.
La decoración floral de los jardines, que se renueva cada primavera y verano, requiere el aporte de 130.000 plantas, que se cultivan en el propio dominio de la finca, en el huerto.
Jardín de Diana de Poitiers
El jardín más conocido es el de Diana de Poitiers, al que se accede a través de la casa del Regidor (la Cancillería), construida en el siglo XVI, al pie de la cual se encuentra un embarcadero, adornado por una viña, un acceso indispensable para todo paseo sobre el río Cher. En su centro se encuentra un surtidor de agua, descrito por Jacques Androuet du Cerceau en su libro Les plus excellens bâtiments de France (1576). De una concepción sorprendente para la época, el chorro de agua brota de una gruesa piedra tallada en consecuencia y recae «en gavilla» hacia un receptáculo pentagonal de piedra blanca.
El jardín de Diana de Poitiers se encuentra protegido de las posibles crecidas del río Cher por medio de unas terrazas elevadas sobre el mismo, desde las cuales se puede admirar una espléndida vista sobre los jardines, sobre sus parterres floridos y sobre el propio conjunto del castillo. La decoración de los jardines se efectúa mediante un diseño de 8 triángulos de césped, con unas volutas floridas de 3.000 m delongitud.
Por otra parte, el jardín posee un embarcadero, que permite acceder a paseos por el río Cher.
Jardín de Catalina de Médicis
Por el contrario, el jardín de Catalina de Médicis, que se encuentra al lado oeste del castillo, es de una concepción más intimista, y se encuentra construido en torno de un estanque central. Está rodeado por un foso que se alimenta con las aguas del río Cher y que delimita su perímetro por el este.
Un muro de yedra marca el límite del jardín por su zona norte, quedando el conjunto del jardín formado por cinco paneles de césped agrupados alrededor del estanque central, estando el césped adornado por bandas de lavanda.
Los jardines del castillo de Chenonceau cuentan por otra parte con un laberinto, siendo el actual una reconstrucción del existente en tiempos de Catalina de Médicis.[9]
El laberinto, de forma circular, ocupa una superficie de más de 1 Ha, y está formado por unos 2.000 tejos recortados en forma de seto a 1,30 m de altura. Un carpe rodea el laberinto, recortado en forma de 70 arcos diferentes, en cuyos huecos se insertan bojs y yedras.[9] En el centro del laberinto existe una glorieta sobreelevada, que permite la vista del conjunto del laberinto., y que está confeccionada en mimbre, junto a una estatua de Venus. También se encuentran en el laberinto las cuatro cariátides que Catalina de Médicis añadió a la fachada del castillo y que madame Pelouze retiró en el curso de la reconstrucción que dirigió.
La granja del siglo XVI
Junto al castillo se encuentra una granja, residencia rural, restaurada en los últimos año del siglo XX, aunque data del siglo XVI. Su amplio patio es actualmente destinado a parque infantil de juego.
La Orangerie o Jardín verde
También cuenta con la llamada Orangerie (naranjal), diseñado por Bernard Palissy y que reúne a árboles de gran porte plantados en una zona cubierta de césped.
Todos los castillos de la época se complementaban con una capilla, producto de la devoción cristiana que manifestaban los nobles.
Esta capilla a diferencia de la anterior (la del castillo de Ambroise), se caracterizaba por tener una estructura arquitectónica mucho más elaborada. Si bien el estilo renacentista degusto más las formas románicas y griegas, recreando esos estilos. Esas recreaciones ya no eran puras y no podían escapar de las influencias de otras culturas y estilos producto de Bizancio, los godos, bárbaros y moros. Estas mezclas comenzaron a crear una exquisitez en el arte renacentista y en el incipiente gótico. La capilla de este castillo deja ver estas conjunciones
De la misma manera respondía el mobiliario que se encontraba en su interior. Las recamaras se caracterizaban por los estilos recargados y el horror a los espacios libres, típica reminiscencia del arte oriental.
En otra de las salas conocimos a los dueños de casa, a través del retrato de cuadros
Ellos fueron los diferentes propietarios de este lugar y los que protagonizaron esta historia. Allí vemos a Catalina de Medicis, otros integrantes de esta dinastía (descendientes de Thomas Bohier), también se encuentran retratados Luis XIV y Francisco I.
Lo más llamativo fue recorrer la cocina del castillo. Se encuentra en ella todos los elementos que integran una cocina y en perfecto estado. Con muy buen tino todos los instrumentos se han ubicado tal como eran utilizados en la época de los reyes y nobles.
Todo este universo fantástico se encuentra a solo dos horas de Paris. El tiempo se detiene y es inevitable viajar hacia al pasado.
Los pasillos centrales de este castillo, cuya construcción se apoya sobre el río, han servido de hospital de campaña durante la primera guerra mundial, tal como se explico. En sus paredes hay placas recordatorias, incluso personales de aquellos soldados a los que le han salvado la vida en dicho lugar y en agradecimiento han venido a dejar placas recordatorias. Los deterioros sufridos por los bombardeos de la segunda guerra mundial, también tienen placas recordatorias en donde se informa sobre los daños sufridos y lo que se ha reconstruido y lo que no como los vitrales.
La escalera central es el rasgo principal del castillo y su insignia. El visitante se lo encuentra sobre la entrada. Es incorporado dentro del edificio, más bien que elevarse helicoidalmente, en parte encajado en la pared y visible de fuera, del modo francés que es familiar en el Castillo de Blois.
Otro rasgo destacado son los trabajos arquitectónicos de techos y hogares como el que se refleja en la foto que se acompaña.
En resumen, el castillo fue decorado a través de los siglos y cada mujer dejó su huella, Catherine Briçonnet la constructora, Diane de Poitiers la más bella, Catherine de Médicis la fastuosa, Louise de Lorraine la inconsolable, Mme Dupin la mujer amiga de los escritores y la Sra. Pelouze la amante de lo antiguo.
Disfrutamos de una buena merienda en el lugar y seguimos cabalgando en nuestra carroza compuesta de potentes caballos mecánicos, que recorriendo millas que en poco tiempo no llevó hasta el castillo de Cheverny.

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