viernes, 19 de febrero de 2010

UN CUENTO NO TAN CUENTO, los muertos pagan mantenimiento de cuenta bancaria, ¿Dios lo paga?

Siguiendo con los relatos de la estupidez humana que ocurre en las instituciones argentinas, hoy le toca el podio a los bancos. En este caso al banco Patagonia.
Hace unos días finalice el sucesorio de un cliente y comencé a acomodar los bienes para que los herederos pudieran disponer de lo que tenía el causante, y dar por finalizado mi trabajo. Ver si después de cuatro años podía cobrar mis honorarios (así funciona la justicia Argentina).
Parte de la masa de bienes del fallecido incluían cuentas bancarias que había que cerrar . Pero nos encontramos con la gran sorpresa, parece que todos los bancos no funcionaran en el mismo país ni bajo las mismas reglas, que no todos acatan órdenes judiciales. Se ponía en serias dudas lo aprendido en la facultad. Me habían enseñado que un oficio judicial esta por encima de una orden interna de un banco y que deben proceder en tal sentido, pero parece que para las instituciones “del otro país” las reglas son otras. Luego de largo meses de rastrear un oficio diligenciado al Banco Patagonia osaron informar al señor juez, que el trámite de cierre de una cuenta era un trámite personal. Ahí empezó mi odisea. Mis clientes aduciendo el poder que me habían otorgado, me encomendaron la tarea. Tarea que por cierto parecía más difícil que hacer un cálculo lunar en la Nasa.
Al primer lugar donde me presenté fue a la sucursal Monte Grande del Banco Patagonia, pues allí estaba radicada la cuenta a cerrar. Allí, luego de una larga espera, pues ningún empleado sabía como proceder al respecto, me comentaron que en ese lugar la cuenta no se cerraba que había que ir a la central del Banco en Buenos Aires.
Padeciendo los calores abrumadores del mes de enero, me presente en la central del Banco.
Quien me atendió tampoco sabía como proceder y se lavo las manos diciendo que no había nadie en legales para consultar que viniera otro día. Hasta ese momento trate de proceder como cualquier persona lo haría, pero ante esa contestación, no tuve más alternativa que sacar mi credencial y pedir hablar con el gerente. A veces ciertos papelitos operan en forma mágica, aunque no solucionan las cosas. La empleada de nombre Pamela, a “sugerencia del gerente” (que nunca me atendió) le indicó que papeles debía dejar y que en término máximo 48 hs se estaban comunicando conmigo para informar que todo estaba listo. Esta mentira piadosa ocurrió el 4 de enero de 2010. Solo me faltaba agregar una declaratoria de herederos sellada por el Juzgado, que solo la podría tramitar a partir de febrero cuando reanudará la actividad.
Como buena persona que da una palabra, cumplí con los plazos estipulados y el tres de febrero me presente en el mismo banco y sucursal para adjuntar lo que faltaba y terminar. Sorpresa mayúscula fue no encontrar a la tal mentada srta Pamela y que ningún otro oficial de cuentas pudiera terminar lo que ella empezó. Como si tal empleada fuera la presidenta de la nación, tuve que volver en dos horas para tratar de ubicarla, búsqueda que no fue exitosa pues la srta Pamela no había retornado. Ya con poca paciencia no me fui del lugar, sin que alguien recibiera la documentación que faltaba y no terminara de acribillar mi ilusión de no poder concluir con el cierre de cuenta de la persona fallecida. Lo que parecía algo simple, y llano, terminó siendo tan difícil como las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.
Nobleza obliga a reconocer que el empleado que recibió la documentación tenía mejor trato y capacidad de trabajo. Fue diligente y práctico en todo momento, actitud muy diferente a la que había manifestado su colega. Sin embargo la ilusión pronto fue rota en pedacitos, el muerto seguía teniendo su caja de ahorro abierta y quizás en el más allá podría hacer transacciones bancarias. Final de la jornada, la cuenta bancaria seguía abierta y con la promesa en firme que en 24 hs el tramite estaba terminada. Promesas vanas, paso más de una semana y el trámite estaba igual, sin resultados.
Nuevamente concurrí al lugar, por lógica consecuencia, ya no con cara de buen amigo. Tuve suerte a medias, estaba el mismo empleado que me atendió la última vez, pero la famosa srta Pamela, que poco conoce de su trabajo se había ido de vacaciones sin tener la cortesía de cumplir con el trabajo, comunicarme sobre el mismo y encima hacerlo mal.
Es verdad la esperanza no se pierde, tuve que hacer todo el trámite otra vez y esta vez si pude plantar el arbolito, mis clientes pudieron recibir el dinero de esa cuenta, pero eso si, no se cerró porque no había sistema para ingresarlo, por lo tanto sigue vive como cuenta fantasma.
Eso si, el muerto tuvo que abonarle al banco desde el más allá todas las comisiones hasta el 10 de febrero de 2010 a pesar que había muerto mucho antes, ¿será una nueva forma bancaria?
Este relato nos muestra como se encuentran infectadas las instituciones argentinas, públicas o privadas. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

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