jueves, 11 de agosto de 2011

Un cuento no tan cuento: anécdotas infantiles


Próximamente, para ser más precisos el día domingo se festeja el día del niño. No es una fecha comercial, aunque muchos lo crean así y vean ese día como el día de aumentar sus ganancias, ayudados por los deseos y ansiedades de los niños de tener un juguete nuevo. El festejo es profundo, es festejar la etapa mejor del ser humano, aquella etapa en la que todo es descubrimiento, emoción, ansiedad, imaginación, inocencia y asombro, para bien o para mal. Muchos niños tienen esta etapa como la etapa feliz de sus vidas pero otros no y es nuestro deber para que todos los niños y adultos recuerden esa etapa como feliz. Para los que ya no somos biológicamente niños o niñas, pero sí de corazón, está bueno volver a jugar, la vida se ve desde otro lado y también se hace más feliz. Se me viene a la mente muchas vivencias infantiles pero algunas han quedado más perdurables que otras.
En el barrio, vivía en diagonal a una plaza, lugar de permanente encuentros infantiles, y tenía como vecino a una familia, cuyo miembro mayor era un intelectual, que tenía especial conexión con los niños. El “viejo Steimberg”, como lo conocía y apodada cariñosamente el barrio, era un referente permanente. Siempre se lo encontraba sentado en algún banco de la plaza leyendo un libro y nos cuidaba mientras nosotros gastábamos toda la energía acumulada en correr con la bicicleta, trepar a los árboles, en dar vueltas en la calesita o simplemente corriendo, jugando a las escondidas o impulsando las hamacas para ver quien llegaba al cielo (la realidad es que llegábamos al piso, pues las hamacas se daban vuelta al llevarlas hasta cierta altura). Las carreras de Karting hechos con tapas de cajones de manzanas y rulemanes viejos eran todo un desafío. Sin embargo este señor intelectual tenía otros planes para los “locos bajitos del barrio”. Una vez por mes, organizaba una competencia con premio. La competencia consistía en hacer barriletes y remontarlos. El que lograba llegar más alto obtenía un libro de su propia biblioteca. Biblioteca privada, reunida desde su propio peculio y por años, que era un verdadero tesoro y que más de una vez nos ha salvado para las consultas escolares.
La motivación del premio era mucha, por lo tanto los diseños de los barriletes eran un desafío. Mes a mes había que superarse pues siempre había otro con más inventiva o elementos que podía sacar el puesto y quedarse sin el premio. Y mientras el tiempo pasaba y nosotros desarrollábamos nuestras mentes y cuerpos sanamente, al viejo Steimberg también se le pasaban los años y un día murió. Sin embargo fue muy grande su obra y lo que compartió con nuestra infancia.  

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