martes, 7 de febrero de 2012

UN CUENTO NO TAN CUENTO,RELATOS DE LA REALIDAD: Ser honesto en Argentina cuesta muchos dinero

Este relato va dedicado a mi amigo fabián, con quien a pesar de unirnos una profunda amistad y compartir el mismo territorio, nos separa profundas vivencias diferentes en lo que hace a la vida cotidiana, en donde su mundo es profundamente maravilloso y transformado a partir de las nuevas políticas públicas y el mio, diría gris oscuro para ser un poco optimista en relación a las consecuencias de las mismas políticas públicas implementadas. Este relato corrobora una vez más que no creo que nos encontremos transitando en la senda correcta, aunque algunos caminos se hubieran despejado y mejorado.
Se ha realizado una reforma en una propiedad con la incorporación solo de 70 mts cuadrados más en una planta alta. El inmueble se encuentra ubicado en el territorio de la Provincia de Buenos Aires. Su propietario, no escatimo esfuerzo para hacer todas las cosas legales que correspondía en todos los organismo públicos. Esto implicó una suma de horas perdidas, que rayan en lo descarado en virtud  de la falta de tiempo que todos tenemos. Cabe aclarar que recibió innumerables consejos de todos sus conocidos de que no valía la pena hacer tanto papeleo si al fin y al cabo de no hacerlo no pasaba nada y hasta podía salir favorecido. El propietario no escuchó y siguió adelante porque su conciencia ciudadana así lo dictaba. La perseverancia fue mucha porque siempre faltaba "el papelito tal o cual, del que nada nadie había informado". Cabe acotar que tener conciencia ciudadana, ya cuesta caro por todo lo que tuvo que pagar el propietario, en sellados, "profesionales intervinientes" etc, por solo 70 mts más. Todo estos trámites los ha llevado a cabo hace seis meses atrás, pero la verdadera historia esta por venir. A mediados de enero de 2012 le ha llegado la primera boleta de pago del impuesto inmobiliario. La sorpresa por el monto liquidado lo llevo al estupor y a perder el habla. Era tan alto, que en su cabeza se disparaba la pregunta si la Sra presidenta pagaría ese importe por su mansión en el Calafate, por supuesto era una pregunta retórica sin respuesta. La valuación fiscal otorgada al inmueble y los metros declarados en el impuesto implicaban que se estaba hablando de "otra propiedad", pero no el domicilio era correcto. Por la reforma el valor de la propiedad, con respecto a la etapa anterior había subido un 400%. Rápidamente pensó, se equivocaron con respecto a la quita de subsidios y la aplicaron aquí. Pero todo parecía correcto, solamente que no condecía con la realidad. Se presentó a hacer el reclamo correspondiente, previa amansadora de dos horas, sumado a las temperaturas reinantes, no permitían estar de muy buen humor. El empleado se fija en los controles internos y le dice que encuentra todo correcto, que tenga en cuenta que los impuestos inmobiliarios urbanos subieron un 25 %. Así todo seguía siendo un disparate. El propietario, próximo a un día de furia,  muestra los formularios y planos presentados y cuestiona de donde habían sacado esa cantidad de metros cuadros que no eran los reales, pues ni el terreno los tenía. El empleado con su mejor cara e indiferencia le dice a se pueden haber equivocado. Como si eso fuera poco le dice también que tenía deuda con respecto al inmueble pues le habían actualizado el 2011 retroactivo al momento de las presentación de las declaraciones de obra. Dichas facturas jamás llegaron a su domicilio y para poder hacer el reclamo por la primera del 2012, tuvo que abonarlas y con recargo a pesar que también estuvieran mal liquidadas. Tuvo que volver otra vez con la presentación de una nota, con los impuestos pagos aunque no correspondiera y con fotocopia a su costo de todo lo que ya había presentado y pedir la visita de un inspector, que con suerte quizás en marzo y si tienen ganas de trabajar puedan visitar el domicilio, con fecha y horario incierto, y sin que ningún empleado de rentas pueda saber cuando ese acontecimiento pueda suceder.
El propietario, destruido y con el peso de la desazón, se retiró del lugar, resonando en sus oídos el comentario del empleado que le decía, hay que recaudar como sea y va a ser difícil que se resuelva a corto plazo. Por cierto que la administración se había tomado seis meses para resolver la cuestión de la ampliación con el resultado nefasto relatado.
Este ciudadano mientras retornada a su hogar, no mansión,meditaba que cuesta caro y genera injusticia ser honesto en este país y sentía una violencia interior, que cada vez más se agitaba para sumarse al bando de los corruptos. Pareciera ser, para cerrar este relato que ser honesto en Argentina es un castigo, más que un principio básico del que todos nos deberíamos aferrar, para la sobrevivencia social. Pero a pesar de estas cotidianas realidades, la honestidad, la rectitud, la solidaridad, el ser buena gente jamás se negocian

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