sábado, 13 de febrero de 2010

UN CUENTO NO TAN CUENTO, LA MANSEDUMBRE PARA SACAR UN PASAPORTE ARGENTINO

Amanecer del 9 de febrero. El día se presentaba radiante, pero abrumador por lo caluroso, otro día sediento en la jungla ciudadana. Había que juntar valor, había que ir a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para realizar los trámites de renovación del pasaporte argentino para mi hija menor.
Mientras preparaba el desayuno pensaba en lo laxa que es la ley con el ejercicio de la patria potestad. A mi hija y a mi se nos vencía el pasaporte para la misma fecha, pero tuvimos que hacer el trámite por separado y padecer en mi caso por dos veces la misma tortura.
La ley no me permitía hacer sola la renovación del pasaporte de mi hija, necesitaba contar en vivo y directo con la presencia del padre. Para el padre era mucho inconveniente hacer acto de presencia en el lugar para firmar los formularios respectivos, así fue que en la fecha que renové el mío no lo pude hacer para mi hija. Por cierto que tuve que poner más dinero de lo pensado, (por encima del valor del pasaporte), para poder munirme de una autorización ante escribano y así realizar el trámite.
Y así llegamos al día citado.
Fue difícil levantar a un adolescente, acostumbrado a dormir hasta el mediodía (quien pudiera hacerlo todos los días) temprano, escuchar los berrinches y lograr tratar de salir temprano para poder llegar a las 8.00 am.
Luego de la quijotézca escena, partimos hacia la jungla de cemento. Tren y colectivo, serían nuestros medios de transporte, al menos teníamos la esperanza de llegar a horario.
Fue un maravilloso viaje en tren. Los vagones sucios, los vendedores ambulantes hostigando cada dos segundo , entre ellos los vendedores de cd musicales, que piensan que los pasajeros sufren de sordera permanente y entonces promocionan sus ventas a un volumen inédito por encima de los decibeles de la normales que el oído puede tolerar. Felices porque habíamos podido lograr un pedacito de espacio, territorio propio, para poder viajar paradas (pensar en un asiento era el sueño del pibe) y que pudimos respirar hasta llegar a Constitución sin morir aplastadas durante el viaje como habitualmente ocurre en el servicio de Trenes ex línea Roca.
El sol se divertía aumentando el calor y generando vaho en algún charquito perdido.
Tomamos el colectivo línea 61, por supuesto que ni por sorteo o licitación tampoco conseguimos asiento. Alguno diría que pretensiones, son los oligarcas que tendría que viajar en auto, no se adaptan a lo popular. Sin embargo quien sentenciaba eso, estaba cómodamente sentado y no tiene idea de los que significa ir a Ciudad de Buenos Aires en auto, preferentemente no hacerlo, enferma el bolsillo y los nervios.
Llegamos a la calle Azopardo. La verdad era que el reloj acusaba solo las 8 y 15 am, pero para nosotras ya parecía el mediodía y aún lo peor no había empezado.
Nos dirijimos a la cola que había que hacer para realizar el trámite. Ya casi habíamos dado vuelta toda la manzana y la cola no terminaba. La cruda realidad era que teníamos a las ocho y treinta am. , cuatrocientos ochenta y cuatro personas. Lindo número para jugar a la Quiniela para apostadores empedernidos. Por supuesto que la espera era al rayo del sol y sin saber a ciencia cierta cual iba a ser nuestro destino y horario para finalizar el trámite.
Ahí nació la mansedumbre o el resentimiento, la verdad es que no se, pues en mi interior los sentimientos eran muy confusos y hervían a la misma temperatura que el sol freía mi cerebro y piel.
Pero el ingenio todo lo puede, y la desgracia de muchos une a los grupos. La comunidad espontánea formada por la cola. Comenzaron las historias de vida, los porque se estaba allí, los sueños los anhelos. Mayores, jóvenes y niños teníamos por misión esperar pacientemente, hacer el trámite del pasaporte y llevarnos el papelito esperado, para que en 35 días hábiles y por correo (si se cumple) envíen el pasaporte.
De pronto alguien a quien solo les faltaba tres meses para cumplir los 70 años, venía protestando despacio, acompañada por un bastón y horrorizada que la cola aún tenía dos cuadras más atrás. Todos dijimos es indignante lo que le hacen hacer a esta persona, pero solo un señor, que por cierto estaba muy lejos de llegar a la entrada, le dijo le cedo mi lugar.
Familias enteras que venían a sacar el pasaporte, “por si las dudas”, porque las cosas están muy mal y no queremos quedarnos en el país si pasa lo mismo que en el 2002.
Otros esperaban pacientes hacer el trámite para poder hacer el “viaje de sus sueños”.
Algunos no tan felices, esperaban con dolor físico, poder hacer el pasaporte para poder viajar al exterior a curar sus dolencias.
Las horas pasaban y ya los temas de conversación para algunos se renovaban, para otros era el silencio, y para todos de a poco comenzaban a aparecer las huellas del cansancio de tan larga espera.
Era la última vuelta que había que dar, la puerta se veía cerca. Pero no se podía cantar “Eureka”.
Pasado el visado de la documentación, aparecía un nuevo fantasma, hacer las fotocopias requeridas y la espera para ser llamado por el número otorgado.
Un solo lugar para hacer fotocopias. Por supuesto otra cola infernal, y precios increíbles de caros.
Nosotros no previnimos llevar agua y por cierto que fue necesario adquirir una botella de este elemental líquido necesario para vivir. Pero para el comercio que hacía las fotocopias, que también era kiosco, tenía un criterio altamente usurero sobre el valor del agua como esencial para vivir al igual que el costo de las fotocopias. Pero tenía monopolio y las reglas del juego estaban en sus manos frente a los indefensos usuarios.
Volvemos al interior del edificio de la Policía Federal, para seguir mansamente (¿habría que utilizar otro término?) el trámite y esperar nuestro número (cuando nos otorgaron el numero teníamos más de trescientas personas antes. Ahora la buena onda de la espera anterior se había transformado, luego de estar cuatro horas al rayo del sol, en una puja por la sobrevivencia por conseguir una silla y estar sentado todo el tiempo que restará para hacer el trámite.
Así transcurría la vergüenza nacional de hacer un pasaporte para muchos argentinos de diferentes partes del país, pues en muchas regionales es imposible hacerlo pues las máquinas llevan largo tiempo rotas y sin repararlas. ¿Todo lo que se recauda por el pago de los pasaportes a donde va? Por cierto que es mucha cada día.
Así seguía transcurriendo el tiempo. Había pasado el mediodía y seguíamos esperando. De pronto los gritos de una persona cambiaron la monotonía de la espera. Un señor con capacidades diferentes había estacionado su auto, a la vuelta del edificio, en la calle lateral a Azopardo y la grúa se lo había llevado (tenía el calco de auto especial) por indicación de un policía del edificio porque le había ocupado su lugar para estacionar. Todo esto ocurrió mientras el señor estaba haciendo su trámite en una mesa especial para personas con capacidades diferentes, embarazadas y madres con bebes.
Mientras ocurría este revuelo pensaba como los políticos se llenan la boca con los derechos humanos y la igualdad y la no discriminación. Final de la situación, nadie le trajo de vuelta su auto.
Y la magia se produjo. Nuestro número sonó destellante en el aparato indicador. Pudimos hacer nuestro trámite. Salimos a las dos y media pm.
Era tanto el cansancio y el hambre, que decidimos ir a comer algo rápido y distendernos al rio. Allí , solo cruzando una vía es otro mundo otra historia.
Este relato puede servir de inspiración para cualquier cuento, pero no fue así, fue la cruda realidad de cualquier argentino que tiene que padecer vivir en este hermoso país bajo la ineptitud, la burocracia . Cada argentino tiene cada día que gastar mucha energía para vivir en este país signado por la estupidez, la ineficacia, la intolerancia y lo pierde para vivir, en resumidas cuentas deberíamos replantarnos cual es nuestra calidad de vida y que deberíamos hacer para mejorar las instituciones y que estas no colaboren con el stress cotidiano.

2 comentarios:

F. Fabian S. dijo...

Mandalo a cartas de lectores. La nacion, Clarin...reducilo un poco y envialo!!
Y adonde te vas que necesitas el pass...a Francia??. Te cuido la casa si te vas...jaja, besos.

Nina Noriega dijo...

Sería una buena idea. Por ahora a ningún lado, pero sabes que soy de valijas rápidas, jaja Tengo algo planeado. Seguro que te llamó, te venis de vacaciones por mis pagos, jaja Besos